Ordo Fratrum Minorum Capuccinorum ES

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updated 9:58 AM UTC, Apr 24, 2024

El perdón es una caricia de Dios

En la liturgia de hoy hay dos actitudes: una actitud de grandeza ante Dios que se expresa en humildad – el rey Salomón – y otra actitud de mezquindad que describe el mismo Jesús, de los doctores de la Ley: para quienes todo era preciso, dejaban de lado la Ley por observar sus pequeñas tradiciones.

Vuestra tradición de capuchinos es una tradición de perdón, de conceder el perdón. Entre vosotros existen tantos buenos confesores. Y, porque se sienten pecadores, como nuestro hermano Cristoforo. Saben que son grandes pecadores y ante la grandeza de Dios continuamente rezan: "¡escucha Señor y perdona!". Y porque saben rezar así, saben perdonar. En cambio cuando alguien se olvida de la necesidad que tiene de perdón, lentamente se olvida de Dios, se olvida de pedir perdón y no sabe perdonar. El humilde, quien se siente pecador, es un gran perdonador en el confesonario. El otro, como estos doctores de la Ley que se sienten los puros, los maestros, sólo saben condenar. Yo os hablo como hermano y en vosotros quisiera hablar a todos los confesores, especialmente en este Año de Misericordia: el confesonario es para perdonar. Y si tú no puedes dar la absolución – hago esta hipótesis – ¡por favor, no castiguéis! Quien se acerca, busca el consuelo, el perdón, la paz para su alma. Que encuentre un padre que le abrace y diga: "¡pero Dios te quiere mucho!". Y se lo haga sentir.

Me desagrada decirlo, pero cuánta gente, creo que la mayoría de nosotros hemos sentido decir: "yo no voy más a confesarme porque una vez me han preguntado esto, me han hecho lo otro...". ¡Por favor! Vosotros capuchinos tenéis este don especial del Señor: perdonar. Y os pido: no os canséis de perdonar. Pienso en uno que he conocido en otra diócesis, un hombre de gobierno, que luego, terminado su tiempo de gobierno – de guardián, de provincial – a los setenta años ha sido envidado a un santuario para confesar. Y este hombre tenía una cola de gente, todos: sacerdotes, fieles, ricos y pobres, todos. Era un gran perdonador. Siempre encontraba un modo para perdonar, o al menos para dejar a esta alma con un abrazo. Una vez me lo encontré y me dijo: "oye, tú eres obispo y puedes decirme, yo creo que peco porque perdono demasiado. Y me viene este escrúpulo" ¿Y por qué? – pregunté. "No lo sé, pero siempre encuentro el modo de perdonar". ¿Y qué haces cuando sientes eso? "Voy a la capilla, ante el sagrario, y digo: Señor, perdóname, creo que hoy he perdonado demasiado. Pero Señor, ¡has sido tú quien me dio este mal ejemplo!".

Sed hombres de perdón, de reconciliación, de paz. Existen tantos lenguajes en la vida. Lenguaje de la palabra, pero también existe el lenguaje de los gestos. Si alguien se acerca a mí, en el confesonario, es porque siente algo que le pesa y que quiere quitárselo. Quizás no sepa cómo decirlo, pero el gesto es este: si una persona se acerca es, porque quisiera cambiar, cambiar y ser otra persona y lo dice con el gesto de acercarse. No es necesario hacerle preguntas: pero tú, tú... Y si una persona viene, es porque no quiere volver a cometerlo más. Sin embargo tantas veces las personas no pueden cambiar porque están condicionadas por su psicología, por su vida, por su situación. Ad impossibile nemo tenetur (nadie está obligado a hacer lo imposible). Un corazón amplio, el perdón... El perdón es una semilla, es una caricia de Dios. ¡Confiad en el perdón de Dios! No caigáis en el pelagianismo: tú debes hacer esto, esto, esto... Vosotros tenéis este carisma de confesores. ¡Retomadlo, renovaos siempre! Y sed grandes perdonadores, porque quien no sabe perdonar termina como estos doctores en el Evangelio: se vuelven grandes condenadores. ¿Y quién es el gran acusador en la Biblia? El diablo. O adoptáis la actitud de Jesús que perdona, dando la vida, la oración, tantas horas ahí sentados, como estos dos santos, o adoptáis la actitud del diablo que condena, acusa. No sé, no logro deciros nada más, y en vosotros digo a todos, a todos – a los sacerdotes que van a confesar. Y si no se sienten capaces, que sean humildes y digan: no, no, no, yo celebro la Misa, limpio los pisos, hago otra cosa, pero no confieso porque no lo sé hacer bien. Y pedid al Señor la gracia. Gracia que pido para todos vosotros, y para todos, para todos los confesores, también para mí.

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Modificado por última vez el Miércoles, 10 Febrero 2016 10:11