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Una jornada franciscana histórica

Destacado Una jornada franciscana histórica

En memoria de los 500 años de la Bula "Ite vos"

Roma. El 23 de noviembre del presente ha sido un día inolvidable. Un sol tibio, más de primavera que del otoño, lo ha iluminado desde el amanecer. Cuatrocientos hermanos franciscanos, pertenecientes todos a la familia franciscana en sus diferentes denominaciones (Menores, Conventuales, Capuchinos, la Tercera Orden Regular, los hermanos del Atonement) se han reunido con el Papa Francisco. Temprano en la mañana se encontraron en la iglesia de San Gregorio VII, cerca del Vaticano, donde se saludaron y acogieron mutuamente y con alegría. Desde allí, acompañados por sus respectivos Ministros Generales, partieron hacia la Puerta de Perugino y, después de un minucioso control, llegaron a la Sala Clementina, donde el Papa Francisco bajó a encontrarlos.

El saludo del Hno. Mauro Jöhri al Santo Padre, como actual Presidente de la CMG OFM y de la TOR, explicó las razones del encuentro: "Nos hemos reunido aquí para contarle sobre el camino que hemos recorrido y deseamos continuar, desde el 4 de octubre del 2013 nos hallábamos  ante la tumba de San Francisco de Asís ... cuando al final de las presentaciones, Usted preguntó con un tono suave y tal vez deliberadamente maravillado: "Pero entonces existe también un ecumenismo franciscano?", y luego agregó: "Permanezcan unidos" Santo Padre, hemos recibimos con mucha alegría esa invitación y hoy brevemente le referimos lo que hemos hecho ".

El Hno. Mauro le refiere lo que se ha hecho en este tiempo: "Inicio recordando el V centenario de la bula papal " Ite vos "promulgado por León X, el 29 de Mayo de 1517, cuyo objetivo era unificar todas las diversas agregaciones Franciscanas de tiempo, bajo la jurisdicción de un solo Ministro general. La bula no tuvo éxito siguió y se produjo la separación entre los Hermanos Menores y los Hermanos Menores Conventuales.  Trascurridos 11 años, en 1528 el Papa Clemente VII confirmó la Reforma de los Hermanos Menores Capuchinos. Junto con la gratitud por las grandes cosas que el Espíritu del Señor ha hecho en los diversos componentes de la familia franciscana, debemos reconocer que también hemos experimentado momentos de tensión y discordia. El motivo del octavo centenario de la "Perdón de Asís", fue la feliz ocasión para pedirse perdón y así el 11 de julio de 2016, en la Basílica de Santa María de los Ángeles, tuvimos una celebración de la reconciliación y la paz. Desde el 29 de mayo al 2 de junio del  año pasado, los Hermanos Franciscanos de Umbría con sus respectivos Ministros y Vicarios generales se han reunido en Foligno para un Capítulo que han quería llamar "Capítulo Generalísimo". La gratitud, el deseo de comunión y la esperanza han caracterizado el evento ".

Fruto  de este camino compartido es la creación de una Universidad franciscana, actualmente en fase de realización, y el nacimiento en unos pocos días en Rieti de una fraternidad compuesta de hermanos menores, conventuales y menores capuchinos. El Hno. Mauro también recordó otras iniciativas conjuntas, como los cursos trimestrales de formación para misioneros en Bruselas, y a partir de este año los cursos de actualización para los formadores de las tres Órdenes masculinas en África.

Al saludo del Hno. Mauro, en nombre de todos los presentes, respondió al Santo Padre con un discurso articulado sobre el tema de la "minoría", un lugar de encuentro con Dios, con sus hermanos y con la creación.  Citamos algunos párrafos.

La minoridad es un lugar de encuentro con Dios:

“La  minoridad  caracteriza  de  forma  especial  vuestra  relación  con  Dios.   Para  San Francisco, el hombre no tiene nada suyo excepto su propio pecado, y vale cuánto vale ante Dios  y  nada más.  Por  eso  vuestra  relación  con  Él  debe  ser  la  de  un  niño: humilde  y  confiada y,  como la del publicano del Evangelio,  consciente de su pecado. Y atención al orgullo espiritual,  al orgullo farisaico: es la mundanidad peor.".
 
La minoría es un lugar de encuentro con hermanos y hombres y mujeres: "La minoridad se vive ante todo en la relación con los hermanos que el Señor nos ha dado. ¿Cómo? Evitando cualquier comportamiento de superioridad. Esto significa erradicar los juicios fáciles sobre los demás y el hablar mal de los hermanos a sus espaldas  -¡esto está en las Admoniciones!-  rechazar la tentación de usar la autoridad para someter a otros; evitar   “hacernos pagar”  los favores que hacemos a los demás, mientras que los de los demás los consideramos como debidos;  alejar de nosotros la ira y la turbación por el pecado del hermano.".

La minoría es un lugar de encuentro con la creación: "Para el Santo de Asís,  la creación era   “como un espléndido libro en  el  cual  Dios nos habla y nos refleja algo de su hermosura y de su bondad”.   La creación es   “como una hermana, con la cual compartimos  la  existencia,  y  como  una  madre  bella  que  nos acoge entre sus brazos”. Hoy,  -lo sabemos-  esta hermana  y  madre  se  rebela  porque  se  siente  maltratada. Ante el deterioro mundial del medio ambiente,  os pido que como hijos del Poverello entréis  en  diálogo  con  toda  la  creación,  prestándole  vuestra  voz  para  alabar  al Creador,  y,  como hacía San Francisco,  tened por ella un cuidado especial, superando cualquier  cálculo  económico  o  romanticismo  irracional.   Colaborad  con  diversas iniciativas para cuidar la casa común recordando siempre la íntima relación entre los pobres y la fragilidad del planeta,  entre economía,  desarrollo, cuidado de la creación y opción por los pobres.".

Después del discurso, el Santo Padre saludó amablemente  a todos los hermanos presentes, acogiéndolos y abrazándolos uno a uno y dándoles  su bendición apostólica.

Comovidos y felices, los franciscanos regresaron al lugar de donde habían partido, y aquí, en una sala de la parroquia de San Gregorio VII, compartieron con gran sencillez y sin ningún tipo de formalidad el almuerzo. Al final, a primera hora de la tarde, los hermanos se saludaron y cada uno volvió a su convento.

Un día maravilloso, que permanecerá por mucho tiempo en la memoria de cada uno de ellos y en los anales de la familia franciscana.

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Textos:

 

Audiencia a los miembros de las Familias Franciscanas de la Primera Orden y de la Tercera Orden Regular, 23.11.2017

Esta mañana, a las 11,40,  en la Sala Clementina del Palacio Apostólico, el Santo Padre Francisco ha recibido en audiencia a los miembros de las Familias Franciscanas de la Primera Orden y de la Tercera Orden Regular

Publicamos a continuación el discurso que el Papa ha dirigido a los participantes en la audiencia.

Discurso del Santo Padre

Queridos hermanos,

El "Señor Papa", como lo llamaba San Francisco, os recibe con alegría y recibe en vosotros a los hermanos franciscanos que viven y trabajan en todo el mundo. Gracias por lo que sois y por lo que hacéis, especialmente a favor de los más pobres y desfavorecidos.

"Todos sin excepción llámense hermanos menores", se lee en la Regla no Bulada.[1] Con esta expresión, San Francisco no habla de algo facultativo  para sus hermanos, sino que manifiesta un elemento constitutivo de su vida y misión.

De hecho, en vuestra forma de vida, el adjetivo "menor" califica al sustantivo "hermano", dando al vínculo de la fraternidad  una cualidad propia y característica: no es lo mismo  decir "hermano" que decir "hermano menor". Por lo tanto, al hablar de fraternidad  hay que  tener en cuenta esta típica característica franciscana de la relación fraterna que os exige una relación de "hermanos menores".

¿De dónde  le vino a Francisco la inspiración de  poner la minoridad  como un elemento esencial de vuestra  fraternidad?[2]

Puesto que Cristo y el Evangelio eran la opción fundamental de su vida, con toda certeza podemos decir que la minoridad , aunque no carente de razones ascéticas y sociales, surge de la contemplación de la encarnación de Dios el Hijo, y la resume en la imagen del hacerse  pequeño  como una semilla. Es la misma lógica que "se hizo pobre  de rico cómo era" (véase 2 Cor 8: 9). La lógica de la "expoliación", que Francisco puso en  práctica literalmente cuando se  "despojó hasta la desnudez de todos los bienes terrenales, para darse por entero a Dios y a los demás."[3]

La vida de Francisco estuvo  marcada por el encuentro con Dios pobre presente en medio de nosotros en Jesús de Nazaret: una presencia humilde y oculta que el Poverello adora y contempla en la Encarnación, en la Cruz y en la Eucaristía. Por otro lado, se sabe que una de las imágenes evangélicas que más impresionaron a Francisco es el lavado de los pies de los discípulos en la Última Cena[4].

La minoridad  franciscana se presenta a vosotros como  un lugar de encuentro y comunión con Dios; como un lugar de encuentro y comunión con los hermanos y con todos los hombres y mujeres; finalmente, como un lugar de encuentro y comunión con la creación.

La minoridad es un lugar de encuentro con Dios

La minoridad caracteriza de forma especial vuestra relación con Dios. Para San Francisco, el hombre no tiene nada suyo excepto  su propio pecado, y vale cuánto vale ante  Dios y nada más. Por eso vuestra relación con Él debe ser la de un niño: humilde y confiada y, como la del publicano del Evangelio, consciente de su pecado. Y atención al orgullo espiritual, al orgullo farisaico: es la mundanidad peor.

Una característica de vuestra espiritualidad es la de ser  una espiritualidad de restitución  a Dios. Todo lo bueno que hay en nosotros, o  que podemos hacer, es un don de Aquel que para San Francisco era el Bien, "todo el Bien, el sumo Bien”[5] y todo se restituye al "Altísimo, Omnipotente y Buen Señor"[6]. Hacemos esto a través de la alabanza, lo hacemos cuando vivimos de acuerdo a la lógica del don del Evangelio, que nos lleva a salir de  nosotros mismos para encontrar a los demás  y acogerlos en nuestras vidas.

La minoridad es un lugar de encuentro con los hermanos y con todos los hombres y mujeres

La minoridad  se vive ante todo en la relación con los hermanos que el Señor nos ha dado[7]. ¿Cómo? Evitando cualquier comportamiento de superioridad. Esto significa erradicar los  juicios fáciles sobre los demás y el hablar mal de los hermanos a sus espaldas[8]- ¡esto está en las Admoniciones! -rechazar la tentación de usar la autoridad para someter a otros; evitar "hacernos pagar" los favores que  hacemos a los demás, mientras que los de los demás los consideramos  como debidos; alejar de nosotros  la ira y la turbación por el pecado del hermano[9].

La minoridad se vive como una expresión de la pobreza que habéis profesado[10] al cultivar un espíritu de no apropiación en las relaciones; cuando se valora lo positivo que existe en el otro, como un don que proviene del Señor; cuando, especialmente los ministros, ejercen el servicio de la autoridad con misericordia, como expresa magníficamente la  Carta a un Ministro[11], la mejor explicación que nos ofrece Francisco de lo que significa ser menor respecto a los hermanos que le han sido confiados. Sin misericordia no hay fraternidad ni minoridad.

La necesidad de expresar vuestra fraternidad  en Cristo hace que vuestras relaciones interpersonales sigan el dinamismo de la caridad, de modo que, mientras la justicia os llevará a reconocer los derechos de cada uno, la caridad trasciende  estos derechos y os llama a la comunión fraterna; porque no son los derechos  lo que vosotros amáis, sino los hermanos, a quienes debéis acoger con respeto, comprensión y misericordia. Lo importante son los hermanos, no las estructuras.

La minoridad  se vive también en relación a todos los hombres y mujeres con quienes os encontráis en vuestro  ir por el mundo, evitando con  la máxima atención cualquier actitud de superioridad que  os pueda conducir lejos de los demás. San Francisco expresa claramente esta instancia  en los  dos capítulos de la Regla no Bulada  donde pone en relación la decisión de no apropiarse de nada (vivir sine proprio) con la acogida benévola  de cada persona hasta compartir la vida con los más despreciados, con los que  son  realmente los menores de la sociedad: "Guárdense los hermanos, dondequiera que estén, [...], de apropiarse ningún lugar ni de defenderlo contra nadie  que no tomarán ningún lugar ni se enfrentarán a nadie". Y cualquiera que venga a ellos, amigo o adversario, ladrón o bandolero, sea recibido benignamente"[12]. Y también: "Y deben gozarse cuando conviven con personas de baja condición y despreciadas, con pobres y débiles y enfermos y leprosos y los mendigos de los caminos.".[13]

Las palabras de Francisco nos empujan a preguntarnos como fraternidad: ¿Dónde estamos? ¿Con quién estamos? ¿Con quién tratamos? ¿Quiénes son nuestros favoritos? Y dado que la minoridad interpela  no solo a la fraternidad sino a cada uno de sus miembros, es apropiado que cada uno haga un examen de conciencia de  su propio estilo de vida; de los gastos, de la ropa, de lo que  considera necesario; de su dedicación a los demás, del rechazo del espíritu de cuidarse demasiado uno mismo, también  de la propia fraternidad.

Y,  por favor, cuando hagáis alguna actividad para los "más pequeños", los excluidos y los últimos, nunca lo hagáis desde un pedestal de superioridad. Pensad, más bien,  que todo lo que hacéis por ellos es una forma de restituir lo que habéis recibido gratis. Como advierte Francisco en la Carta a toda la Orden: "Nada de vosotros retengáis para vosotros"[14]. Haced un espacio acogedor  y disponible  para que entren en vuestra vida todos los menores de vuestro tiempo: los marginados, hombres y mujeres que viven en nuestras calles, en los parques o estaciones; los miles de desempleados, jóvenes y adultos; muchas personas enfermas que no tienen acceso a las curas adecuadas; tantos ancianos abandonados; las mujeres maltratadas; los migrantes que buscan una vida digna; todos aquellos que viven en las periferias existenciales, privados de dignidad y también de la luz del Evangelio.

Abrid vuestros corazones y abrazad a los leprosos de nuestro tiempo, y, habiendo comprendido la misericordia que el Señor os ha usado[15], usad con ellos  misericordia, como la usó vuestro padre San Francisco[16]; y, como él, aprended a ser "enfermo con los enfermos, afligido con los afligidos"[17]. Todo esto, lejos de ser un sentimiento vago, indica una relación entre las personas  tan profunda que, transformando vuestro corazón, os llevará a compartir su mismo destino.

La minoridad es un lugar de encuentro con la creación

Para el Santo de Asís, la creación era " como un espléndido libro en el cual Dios nos habla y nos refleja algo de su hermosura y de su bondad"[18]. La creación  es “como una hermana, con la cual compartimos la existencia, y como una madre bella que nos acoge entre sus brazos:".[19]

Hoy, -lo sabemos-  esta hermana y madre se rebela porque se siente maltratada. Ante el deterioro mundial del medio  ambiente, os pido que como hijos del Poverello entréis en diálogo con toda la creación, prestándole vuestra voz para alabar al Creador, y, como hacía San Francisco, tened por ella un cuidado  especial, superando cualquier cálculo económico o romanticismo irracional. Colaborad con diversas iniciativas para cuidar la casa común recordando siempre la íntima  relación entre los pobres y la fragilidad del planeta, entre  economía,  desarrollo,  cuidado de la creación y  opción por los pobres.[20]

Queridos hermanos,  os renuevo la petición de San Francisco: Y sean menores. Dios guarde y haga que crezca vuestra  minoridad .

Sobre todos vosotros invoco la bendición del Señor. Y, por favor, no  os olvidéis de  rezar por mí. Gracias.

 

Modificado por última vez el Jueves, 30 Noviembre 2017 23:02
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