En obediencia a nuestras Constituciones, cuando el nuevo Ministro provincial me vuelve a nombrar Guardián por cuarto período consecutivo descubrimos cuanto sigue: “Aquel que ha sido guardián por el tiempo máximo consentido (tres trienios continuados) quedará libre de este oficio al menos por un año”. Esto motivó que me ofrecieran un año sabático (el primero de mi vida de fraile con 40 años de profesión religiosa) y además me dieran la libertad de elegir cómo y dónde vivirlo.
Me llevó un par de días pensarlo y rezarlo y me vino como inspiración el eremitorio de Le Celle de Cortona.
Desde los primeros contactos vía e.mail me sentí ya recibido por los hermanos. Y mi llegada fue una fiesta un martes a la tarde previo al miércoles de cenizas.
Y comenzó la Cuaresma. Tiempo fuerte de conversión que en lo cotidiano fue declinándose en mucha oración personal y fraterna, mucho trabajo manual y serena y profunda comunicación fraterna. Además recibí la gracia del acompañamiento espiritual personalizado de parte del hermano Guardián. Fue de una gran riqueza.
Descubrí que a este lugar lo fundó y lo quiso San Francisco cuando vino en 1211 después de vivir la Cuaresma en la Isla Mayor del lago Trasimeno. Y que regresó algunas veces más en 1215 y 1226. Siempre buscó aquí la oración contemplativa y la oportunidad de retomar fuerzas espirituales y físicas para su maltratado cuerpo. Fue para él, el lugar de la sanación y recuperación en todo su ser.
También lo está siendo para mí. Este lugar que la Orden nos ofrece necesita ser cuidado con esmero y vivido con profundidad y entusiasmo para que el signo que busca dar sea fuerte en su mensaje.
Aquí podrás experimentar que al centro de la fraternidad está Jesús tal como lo vivió Francisco de Asís: humilde, pobre y servidor. Si te animas, cada momento de oración será ocasión de conversión y oportunidad de misericordia para tu vida, tal como la hayas vivido hasta ahora. Cada jornada de trabajo manual te aliviará el alma cuando dobles la espalda sobre la madre tierra y al ocaso del día agradecerás con la Eucaristía el cansancio que hayas ganado.
Cuando después de rezar Completas, junto a los demás hermanos te pongas a lavar y acomodar todo, tendrás la oportunidad de alegrarte en la recreación donde el compartir la vida vivida en la jornada será momento de distensión y comunicación de corazones.
Vale la pena este lugar privilegiado de tanta presencia de Francisco porque no se trata de un museo donde mirar una exposición detrás de una vitrina, sino de una fraternidad viva que encarna los valores capuchinos en cada detalle de cada día. Si amamos nuestra vocación como hermanos menores capuchinos, aquí es donde podremos volver al primer amor.
Si quieres saber más sobre Le Celle di Cortona y la experiencia capuchina puedes entrar a https://www.lecelledicortona.it
Un testimonio de Fr. Carlos Novoa, Argentina